jueves, 21 de agosto de 2014

Shadows (12). Un nuevo despertar.


     Aparece un individuo despertándose en medio del bosque, al lado del él hay un coche y una petaca vacía que había estado llena de alguna bebida alcohólica. El coche completamente abollado, parece ser el suyo. Al levantarse, se exalta y mira hacia todos los lados. Por un momento palpa su pecho y su cabeza y se tranquiliza.
     Va a abrir el coche, pero ve que está cerrado, por lo tanto, decide mirarse en los bolsillos para ver si tiene las llaves, y en efecto, ahí estaban.
      Al abrirlo, intenta arrancarlo, pero el piloto de la batería se enciende y no puede ponerlo en marcha, así que busca en la guantera, y allí encuentra una pistola y su móvil. Al coger el móvil el hombre intenta encenderlo rápidamente, pero el teléfono, no tenía batería.
     El individuo, completamente asustado y muy nervioso, intenta recordar cómo ha llegado allí y que hizo para acabar así, entonces, mira la petaca y no se le ocurre otra cosa, que pensar que se emborrachó y acabó perdido por el bosque.
     - ¿Por qué he acabado así?- Se preguntó.
     Desesperado, se levanta guardándose la pistola en su funda y decide seguir la senda del bosque. Al empezar a caminar intenta recordar que hizo horas atrás. Cuando de repente, empieza a recordar algo, no exactamente de aquella noche, pero si algo que le sucedió aquella semana.
     Ese individuo era John Dellman.
     Dellman andaba a paso lento, pero por dentro era un manojo de nervios. Sabía que la policía estaba muy cerca de él y que tarde o temprano estaría muerto, o peor aún, entre rejas.
     John no le tenía miedo a nada, sólo temía a su pasado. Pero el hecho de estar entre rejas le parecía una idea horrible. Pasar lo que le quedaba de vida entre tres paredes mugrientas sin poder recoger el jabón del suelo de la ducha, no estaba entre sus planes. Dellman prefería morir que acabar así.
     Si aún no se había suicidado era porque aún tenía que mover sus últimas piezas antes de acabar la partida, una partida que le había hundido la vida.
     Dellman caminó por del sendero que se abría  através del bosque. Aturdido y con algo de resaca, caminaba casi tambaleándose, como si la petaca que vació la noche anterior, la hubiera vaciado aquella misma mañana en su garganta.
     -Buenos días John.
     Dellman se giró y apuntó con su revólver.
     - No vengo armado John, suelta el arma por favor. No me gusta hablar con un hombre mientras este me apunta.- Le dije.
     - ¿Por qué me persiguen Larson? Yo no la maté, soy inocente. ¡Yo nunca haría daño a la mujer que amo, David!
     Sólo había hablado con Dellman dos veces, una de ellas fue por teléfono, y la otra vez que hablé con él, se suponía que estaba muy afectado por la pérdida de su amigo.
     - Yo no vengo a matarte John, vengo a hablar contigo.
     - ¡Soy inocente Larson! ¡Yo ya pagué el castigo que se me impuso aquella noche que golpeé a Linda!- Me dijo mientras me apuntaba con su arma.
     - Sé muy bien lo que sucedió John. Pero no vengo a hablar de lo que pasó esa noche. Baja el arma y hablaremos.
     - Como usted desee inspector.- Me dijo mientras bajaba el revólver.
     - Así me gusta Dellman. Es mejor acabar esto por las buenas.
     - ¡Escúcheme bien, yo no maté a Linda!
     - ¿No? ¿Quién fue entonces John? ¿El asesino que lleva persiguiendo tanto tiempo? ¿ Fue ese?- Le dije seriamente.
     - Sí Larson, ¡sí! Va a por mí, ¿no lo entiende? Me mandó una carta mientras yo estaba en Painhome hablando con Jason. Me dijo que había visitado a Linda y Frank, ¡y cuando llegué allí Linda ya estaba muerta, David!
     - ¿La carta? 
     - Sí David, la carta que me escribió el hombre que la mató, el mismo hombre que mató a Daniel McHonell, ¡el mismo hombre que llevo persiguiendo semanas! Ese hombre me ha hundido la vida por completo, David.- Me dijo casi llorando.
     - ¿Esta carta puede ser?- Le dije mostrándosela.
     - ¡Es esa! Oh David gracias a Dios que la tienes.- Me dijo casi aliviado.
     -  John, esta carta fue escrita por ti.
     Dellman se quedó sin palabras. 
     -¿Estas insinuando que yo maté a Linda?
     - Mataste a Linda, John. Esa carta tiene tu letra. Los de criminología identificaron la misma letra en la carta que enviaste a Daniel McHonell.
     - David por favor... No me hagas esto.- Me dijo llorando.
     - Tú mataste a McHonell mientras leía tu propia carta John.
     John me miró a los ojos. Moviendo la cabeza de un lado a otro, totalmente atónito.
     - Mataste a la prostituta que encontraron muerta en su habitación, las camáras que se encontraban situadas en el banco que hay enfrente del edificio te grabaron.
     - No, esto no es verdad David. ¡Es una puta pesadilla! ¡Dime que es una maldita pesadilla David! ¡Dímelo!- Gritaba entre gritos.
     - No John. La madre del hombre encontrado en la 9ª avenida no cree que sea una pesadilla. John, tu mataste a esas personas, mataste al bibliotecario de la calle Bell y a la adolescente gótica.
     - ¡Esto es una broma David! ¡Para!
     - No hay ningún asesino John. Llevas persiguiéndote a ti mismo un mes. Un mes que durante el día buscabas falsas pistas de un supuesto psicópata y cuando llegaba la noche asesinabas a todas esas personas. Llevas un mes sin dormir John, un mes a base de ansiolíticos y whisky.
     - No David, ¡no!- Dijo levantando el arma.- ¡Alguien está contra mí! ¡Me quieren hundir!
     - Nadie te quiere hundir John. Tú mismo te has hundido. Tú mismo has puesto fin a la triste vida que llevabas. 
     -¡Cállate! ¡Para!- Gritaba.
     - No podías vivir un vida sin tu mujer, sin tu hijo, sin tu trabajo. Tu cabeza necesitaba volver a tu antigua vida. Volviste a tu casa para  Linda te perdonara, y acabaste matándola. Los vecinos nos llamaron porque escucharon los gritos. Mataste a Linda delante de tu hijo, John.
     -¡Deja de mentir! ¡Cállate ya!- Me dijo dándome un puñetazo.
     - Por mucho que me pegues las cosas van a seguir igual.-Le dije levantándome.- Ya vienen a por ti John, entrégate o te matarán.
     - ¡Dije que te callaras!-Dijo disparando al suelo.
     - Matamé si quieres, yo no tengo nada que perder. Tú, en cambio, lo has perdido todo.
     Se acercó más a mí y me apuntó con su revólver.
     - Estas enfermo, has perdido la cabeza.
     - Dime, ¿cuándo hablé con Jason entonces?
     - ¿Con Jason, el famoso "Predicador"?
     - Sí, lo visité para que me ayudara con el caso.-Me respondió con el arma en la mano.
     - Jason lleva muerto cinco años John. Lo mató un tumor cerebral. 
     - ¡Mentira! ¡Yo estuve en Painhome la otra noche!
     - Painhome ya no existe. Derrumbaron el lugar hará unos dos años.
     - No,¡no mientas más!
     -  ¿Cómo crees que pudiste matar a toda esa gente sin dejar pistas? Sólo un hombre con tu historial en el FBI podría hacer eso John. Creaste un monstruo a partir de todos los traumas de tu vida. Hiciste que todas esas sombras que te atormentaban acabaran perteneciendo a ti.
     - Sabes que soy inocente Larson.- Balbuceaba entre lágrimas.
     - Necesitas ayuda psicólogica John. Entrégate y te podremos ayudar. No tienes por qué ir a la cárcel. Hay centros en los que te pueden ayudar.
     - Yo no necesito ayuda David.- Dijo.
     - Tendrás que decírselo a mis hombres John.- Le respondí mientras las sirenas de los coches que venían para el lugar sonaban.
     - Yo no estoy loco.
     Al acabar la frase me disparó en la vientre. Yo caí al suelo mientras mis hombres llegaban y él corria hacia el bosque.
     Ahora, todas las sombras que persiguían a Dellman le habían atrapado. El mismo lo había creado todo, para después destruirse, para ser eso, para ser una sombra más.

     
    

Shadows (11). Sweet Home Oregon.

     Desperté arropado por mi chaqueta. Mis ropas y mis manos seguían llenas de sangre, por desgracia, lo ocurrido la noche anterior era cierto. No podía asimilar que la mujer que tanto amaba había sido asesinada por el tipo que llevaba persiguiendo semanas. Lo peor es que yo era el único sospechoso.
     La luz de la mañana entraba por las ventanas de la fábrica, acompañada de una fría brisa invernal que llenaba el lugar de un aire helado.
     Me levanté desperazándome y mirando hacia mi alrededor solté un breve bostezo, guardando la pistola en la funda que se encontraba en mi cinto salí hacia afuera.
     La fábrica estaba casi caída, el bosque que se encontraba al lado, se apoderaba de los alrededores del recinto, llenándolo de pequeñas plantas y musgos que cubrían el suelo y las paredes.
     La policía no me había encontrado, y debía de pensar rápido, porque no tardarían en hacerlo. Escudriñé las afueras de la fábrica y encontré un viejo sombrero y una bufanda oscura. Les sacudí el polvo y salí a hacer autostop. Sabía que era un plan complicado, pero debía de recoger mi coche que se encontraba un poco más abajo de mi antigua casa. Volver allí era jugárselo todo a una sola carta, pero si no me atrevía a arriesgar, no podría ganar.
     Un viejo granjero me montó en su camioneta y me llevó hacia las afueras de la ciudad. Para no ser visto en la calle ni en el metro, paré un taxi que me llevó hasta la calle Crow. No había ningún policía cerca, sólo pude ver las cintas y los carteles de "prohibido el paso" colgados en lo que un día yo llamé hogar.
     No podía olvidar la cara de mi hijo al verme sostener el cuerpo de su madre muerta. Aquella mirada infundía miedo y dolor, un miedo que llevaba reprimiendo desde hacía años. Él no dijo nada, sólo me miró y guardó silencio, como si él mismo esperara el final que su madre obtuvo.
     Encontré mi coche parado en el mismo lugar donde lo dejé la noche anterior. Por suerte, el coche no estaba a mi nombre, estaba a nombre de mi tío Phil, y claro, no levantaría sospechas.
     Salí todo lo rápido que pude de la ciudad, intentando que la policía no encontrara mi rastro ni ninguna prueba con la que pudieran persiguirme. Entré en una carretera comarcal al sur. Pensé en viajar hasta México, pero la policía federal estaría peinando todas las fronteras del país.
     No sé por qué, pero pensé en mi padre, en el cabronazo del viejo Dellman y decidí poner rumbo al lugar en el que me crié. Viajar hacia Oregón.
     Me esperaban unas horas de camino, exactamente un día entero conduciendo sin parar. Por suerte me conocía casi todas las carreteras comarcales, y no encontraría ningún atasco de camino.
     Emprendí el viaje hacia mi tierra. Volver a ver los bosques vírgenes del Oeste, las Montañas Rocosas, el Pacífico. Todo aquello me recordaba a mi infancia, que por muchas quejas que tenga de ella, preferiría una vida de palizas por parte de mi padre que la vida que me he labrado yo mismo. Pero aún así, a esto no se le podía llamar vida.
     Mientras que veía todas las carreteras secundarias y los verdes bosques del Oeste, escuchaba la radio. De pronto apareció una canción que me encantaba, era de mis favoritas.
   "-Today is gonna be the day that they're gonna throw it back to you
By now you should've somehow realized what you gotta do
I don't believe that anybody feels the way I do about you now".
     Oasis, los sucesores de The Beatles para muchos, para otros ni su sombra. Lo único que sabía era que esos refinados ingleses me gustaban mucho y que  le daban mil vueltas a esos jodidos Blur. Los ritmos suaves de Oasis me hacian olvidarme de todo, acordarme de mi juventud y dejarlo todo atrás, desconectar del mundo. Quizás por eso me gustaban tanto. Porque aunque todo fuera mal, sus canciones me hacian creer que todo era perfecto.
      El cielo empezaba a oscurecerse, miré el reloj y ya eran alrededor de las ocho. Tenía bastante hambre así que paré a tomar algo en un bar de carretera. De paso, cenaría.
     Pedí una Coca-Cola de botella y un costillar con salsa BBQ. No me quedaba mucho dinero en la cartera, apenas unos cien dólares y no podía sacar más pasta del banco. Si los federales no habían anulado la cuenta ya, tendrían vigilado los registros por si se me ocurría sacar lo poco que teñia en mis arcas privadas.
     Comí bastante deprisa, casi engullendo, y no aproveché si quiera los restos que quedan en los filos del hueso de la costilla. Hasta la cola me la bebí rápido. Para acabar la cena, pedí un buen vaso de café para llevar y volví al coche.
     Llegada la una de la madrugada, pasé por un cartel en el que indicaba que me quedaban unos seiscientos kilómetros para pisar el estado de Oregón. Si mis cálculos no fallaban, en unas siete horas estaría en mi antiguo hogar.
     Seguía conduciendo a la vez que peleaba con mis ojos para que no se cerraran. Me desvié hacia la autopista, ya que un trozo de la carretera comarcal estaba en obras.
     - Sólo serán un par de kilómetros por autopista y de vuelta a la comarcal.- Pensé. Pero, aquel día la suerte no estaba de mi parte.
     Un control policial estaba delante mía, parando a los pocos conductores que había por aquellas horas de la madrugada.
     - Manten la calma John. Seguro que sólo es un simple control, verán que todo está en regla y te dejarán pasar.
     El camión que había delante mía pasó. Era mi turno.
     Un policía me paró.
     - Señor necesito que me enseñe su carnet de conducir. Estamos buscando a un hombre muy peligroso y creemos que ha escapado hacia esta dirección.
     - Siento decirle que no puedo entregarle el carnet.- Balbuceé.
     - ¿Qué problema hay para que no pueda enseñármelo?
     - No lo llevo encima.- Respondí vacilante.
     - Señor, baje del coche.
     Yo no respondí, seguí mirando hacia delante con las manos en el volante.
     - Señor, no se lo volveré a repetir, baje del coche.
     Giré la cabeza hacia él y lo miré. El policia me apunto con la linterna y sacó su arma.
     - ¡Hudson sal del coche, es él!- Le gritó a su compañero.
     Ya no había nada que hacer, me habían cogido e hiciera lo que hiciese, ya había perdido.
     - ¡Sal del coche maldito hijo de...!- No le dejé acabar la frase. Le disparé dos veces en el pecho con mi revólver, dos veces me bastaron para cagarla una vez más.
     Pisé el acelerador a fondo, el otro policia hizo lo mismo mientras llamaba a los refuerzos y estos no tardaron en llegar.
     El contador de mi coche marcaba 180 km/h, a esa velocidad si me chocaba con algo me mataría. Tres coches más se colocaron detrás mía y un helicóptero de los SWAT me apuntaba con un gran foco. En unos escacos minutos había desplegado media fuerza policial del país. Además, según lo que vi por el retrovisor, uno de los coches que me persiguía era del FBI.
     - Joder.- Grité. Afuera no haría más de cinco grados, pero yo sudaba como si estuviera corriendo en el maratón de Nueva York en pleno verano. Mi corazón palpitaba tan rápido que casi pensé que me daba un infarto.
     De repente, oí disparos. Los agentes del FBI y los policías que iban detrás mía empezaron a disparar. Una bala alcanzó la luna trasera del coche, fragmentándola en miles de trozos, otra la rompió del todo. Un tercer disparo alcanzó la matrícula trasera.
     - Quieren pincharme una rueda.- Me dije.
     Alcancé la carretera comarcal mientras  los coches seguían detras mía. Me fijé de reojo y ya casi estaba en Oregón, pero aún así sólo un milagro me salvaría de esta.
     Pero como ya había dicho, hoy no era mi día.
     Una barrera policial se encontraba a unos cien metros de mí, así que o paraba o me mataba.
     Sin pensarlo dos veces di un volantazo hacia el bosque y me metí en un carril de tierra. Uno de los coches consiguió alcanzarme y justo cuando desvié un segundo la mirada del camino para ver por el retrovisor, una bala alcanzó una de las ruedas traseras e hizo que maniobrara mal. El coche saltó por un pequeño barranco y el otro vehículo que me persiguía se paró justo al filo del precipicio.
     Me golpeé la cabeza contra el techo, sentí un breve dolor y perdí el conocimiento.
     No sé cuantos minutos u horas estuve dormido. Pero sé que desperté en medio del bosque y el coche no arrancaba.
     Salí del auto muy mareado y busqué mi petaca. Llorando, maldecía mi vida y mi propia existencia, la bebí entera y me volví a dormir. No sé por qué lo hice, pero si tenía que morir, quería morir ya.
     Pero la suerte volvió a fallarme y por desgracia no acabé muerto aquella noche. Aún no.
     Aún quedaba una pieza por moverse y un final que contar.

domingo, 17 de agosto de 2014

Shadows (10). Jaque mate.

     "Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios".- Carlo Dossi.



     Mi padre decía que los locos son casi igual que nosotros, lo único que nos diferencia de ellos es que estos, escogen la demencia como medio para alejarse de todos los problemas del mundo y crear su propia autopía. Hoy en día, se sabe que no es así, que por culpa de diversas enfermedades mentales, hay personas que pierden la cordura. Pero aún así, mi padre tenía mucha razón, en un mundo de locura, la felicidad está al alcance de tu propia mano.
     Estoy delante de las puertas de Painhome, el mayor centro psiquiátrico de los Estados Unidos de América. Por seguna vez en dos días vengo, a ver al que posiblemente sea mi único amigo, el amigo más jodidamente loco que he tenido en mi vida.
     La noche era oscura, el frío viento helado me cortaba la cara como si de un afilado visturí se tratase. Iba a empezar a nevar, lo presentía. A tan sólo un día para Noche Vieja, y a dos para Año Nuevo, yo me encontraba en este lugar, en uno de los lugares más inóspitos del planeta, y todo, para ver a un maldito demente que me llamaba amigo.
     Volví a recorrer los pasillos de aquel lugar. Los pacientes a diferencia del día anterior, se mantenían callados. Era algo que no me gustaba, preferiría escuchar todas las voces y los gritos que daban, que andar por aquel lugar con ese escalofriante silencio.
     Llegué a la última planta, a la planta donde se encontraba Jason.
     - Pase detective Dellman. Jason está impaciente por verle.- Me dijo el que parecía ser el encargado de aquel ala del centro.
     Entré raudo a la habitación de Jason. Me transmitía más seguridad estar con él allí dentro que permanecer un segundo más en aquellos pasillos en los que sólo se escuchaba la respiración de los guardias que ocultaban sus caras bajo los pasamontañas, otros, portaban  máscaras de gas, como las que utilizaban en la Primera Guerra Mundial, pero mucho más modernas.
     - Por Dios John, llevo esperándole un buen rato. ¿Dónde está la puntualidad inglesa de sus antepasados?
     - Buenas noches Jason. No he podido venir antes, lo siento.- Le respondí friamente.
     - Bah, no importa. Lo que sí importa es que estás aquí viejo amigo.- Me dijo sonriente.
     La verdad es que no me sentí muy cómodo con aquella frase, yo sabía que él era la única persona que me quedaba, pero no me gustaba recordarlo. Ser consciente de que aquella situación era totalmente real, hacía que cuestionara mi forma de ser, mi yo.
     - Bueno John, ¿qué tal el día?
     - Nada del otro mundo Jason. Han matado a un antiguo amigo mío, lo han matado a sangre fría y creo que el asesino es el hombre que llevo persiguiendo bastantes semanas.
     - Ohhh, muy interesante. Tu amigo asesinado por el mismo tío que persigues.
     - Viene a por mí Jason. Me está buscando, está jugando conmigo.
     - Pues claro que sí John, yo también lo haría. Está jugando contigo, y cuando se canse, acabará contigo y ni te darás cuenta.
     - Yo no tengo nada que perder Jason. Lo que realmente me preocupa es mi familia. Si ese cabrón sabe quien soy, sabrá de mi familia y si va a por Linda y a por Frank, no podré ni protejerlos.
     - Pues tendrás que encontrarlo antes de que él te cace.- Jason me advertía bien. Y tenía que escucharle, porque si no lo hacía acabaría mal. Ese tío sabía lo que decía, era un maldito loco y me advertía de lo que haría él.
     - Creo que me estoy volviendo loco Jason. Apenas consigo dormir, no puedo dejar de pensar en todos esos asesinatos y en Linda y el niño. Voy a acabar mal Jason.
     - Tranquilo John. La locura pertece al hombre, está adherida a nosotros. Sólo tenemos que tocarle el hombro y despertarla.- Las palabras de Jason me calaron. Me impactaron hasta un punto que no supe si realmente yo era el loco y él era el que realmente estaba cuerdo. Mi locura ya había despertado.
     - ¿Qué debo hacer?- Era irónico que al hombre que había atrapado años atrás le preguntara qué hacer.
     - Esperar John. Nuestro destino está escrito, tu sólo debes elegir el camino hasta ese final.- ¿Y si Jason no estaba tan loco cómo creía? ¿Y si realmente era más humano que yo? Nunca lo sabría, pero aquel hombre que siempre había pensado que era un psicópata y un demente, realmente era el hombre más humano que había en aquel lugar.
     - Muchas gracias Jason.- Aún me quedaban unos minutos de visita, pero no necesitaba nada más. Jason me había abierto los ojos. No sé cómo lo había conseguido, pero lo hizo. Jason fue capaz de encenderme una pequeña mecha en mi cabeza, que pronto haría que todo saltara por lo aires, haciendo que la verdad saliera a la luz.
     - Hoy no te pediré que te quedes John.
     - Está bien. Nos vemos pronto amigo.
     - Buen viaje John.
     Era la primera vez que veía a Jason comportándose así. Ayer era un completo loco y hoy me hablaba con completa sinceridad, con una cordura digna del mayor caballero que se pudiese encontrar. Quizás Jason no estaba loco. Nuncá lo sabré. De una vez por todas, reconocí que era mi amigo.
     Salí lentamente de allí, cuando pisé el patio del centro, ya estaba nevando. La nieve cubría parte del lugar. Los árboles estaban secos, como si el invierno les hubiera chupado el alma. Entonces miré al cielo. Era la noche más oscura que mis ojos habían contemplado, la Luna apenas se veía.
     Caminé despacio hacia el coche, sin recordar que la puerta del conductor no abría, la forcejeé.
     - Mierda.- Me dije.
     Fui hacia la puerta del copiloto y desde allí alcancé mi asiento. El coche estaba helado y para colmo la calefacción no funcionaba, así que me abroché hasta arriba mi chaqueta y con esfuerzo arranqué el trozo de chatarra con ruedas al que llamaba coche.
     Llegué a casa bastante tarde, ya que por el camino paré a comprar cigarrillos y a cenar algo.
     El edificio estaba totalmente en silencio, como si yo solo viviera allí. Subí hasta mi piso, abrí la puerta y encendí la luz. En la puerta, justo detrás de la puerta había una carta y estaba a mi nombre.
   
     "Querido Sr.Dellman, le mando esta carta porquelas relaciones entre usted y yo no han sido las mejores. Jugar al ratón y al gato con usted ha sido muy divertido, pero ha llegado la hora de que yo tome parte en el acto.
     Su amigo Jason le ha dejado las cosas bastante claras y yo se las dejaré aún más. Yo no soy ningún loco Johnny, te darás cuenta de que el único loco que hay aquí eres tú. 
               Yo ya he movido mi pieza, estás en jaque amigo, es tu turno. Ahora, empieza el juego.

               PD: Linda y el pequeño Frank no se alegraron de verme."


     No podía creerlo. Corrí como nunca lo había hecho en mi vida. Tiré tan fuerte de la puerta del conductor que conseguí abrirla.
     Conducía veloz hacia lo que un día fue mi casa. No me importaba la orden de alejamiento, ni los cargos que fueron presentados contra mí. Sólo me importaba ella y mi hijo.
      Dejé el coche lo más rápido que pude y me dispuse a abrir la puerta, pero estaba cerrada. La abrí de una patada y corrí hacia el salón lo más rápido que pude, pasé como un disparo por el mismo corredor donde casi mato a Linda y al llegar al salón y encender la luz me di cuenta de que era demasiado tarde.
     Allí estaba la única mujer a la que he amado. Allí estaba muerta, con varias puñaladas en el pecho y el cuchillo a su lado. Mi hijo estaba allí, mirándome, sin decir nada. No lloraba, sólo se limitaba a mirarme fijamente mientras yo me derrumbaba en el suelo, llorando sobre el cadáver de Linda, con el cuchillo que la había matado sobre mis manos.
     La policía llegó al momento, un equipo de SWAT me apuntaba con todo el arsenal que tenían.
     - Mierda, hemos llegado tarde.- Decía uno de ellos por la radio.
     Yo me limité a soltar el cuchillo mientras lloraba y corrí hacia la puerta trasera. Salté a la casa del vecino mientras los SWAT iban en mi búsqueda.
     -¡Vamos, vamos, vamos!- Gritaban detrás mía. Ese cabrón había conseguido hundir mi vida por completo, había conseguido que dejara mis huellas en el cuchillo, que yo fuera el que rompiera la puerta y que me llenara de sangre de Linda. Nadie me creería, todo encajaba a la perfección. John Dellman acababa de matar a su exmujer delante de su hijo, era perfecto. Como me dijo, estaba en jaque.
     Después de correr unos minutos conseguí despistar a la brigada que iba en mi busca, mientras otra patrulla en helicóptero, peinaba el vecindario en mi búsqueda.
     Me alejé todo lo que pude, y entonces recordé que el coche estaba en la puerta de la casa y de que no podía volver a por él. Tampoco era seguro ir hacia mi apartamento, por lo que me escondí en una vieja fábrica que se encontraba a las afueras de la ciudad.
     Me senté en el suelo, contemplando mis manos llenas de la sangre, sangre de Linda. Sin saber como había ocurrido todo, como me había convertido en el asesino de mi mujer, rompí de nuevo a llorar. No podía creer que  pasaba, estaba acorralado y no tenía escapatoría. Tarde o temprano me atraparían, había movido mi pieza, y la había movido mal. La partida estaba perdida, ya sólo estaba esperando al movimiento final. Al jaque mate.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Shadows (9). El gran ciudadano americano.

     Llegué a casa justo después de fumarme el tercer cigarrillo. Últimamente tosía demasiado, el médico ya me avisó de que sí seguía fumando acabaría bastante mal. Pero daba igual, fumar era lo único que me aplacaba el maldito nerviosismo que me daba el caso en el que trabajaba.
     Entré al bloque lentamente, disfrutando de un último cigarro. Era raro, hoy no había ruido en el bloque, todo estaba muy tranquillo. Ni los drogadictos de abajo matándose, ni la esquizofrénica dando voces, todo era demasiado perfecto para ser el cuchitril donde vivía.
     Abrí la puerta de mi piso, y para llevarme otra sorpresa, no había cucarachas por la cocina. Para mi gusto, todo era demasiado perfecto. Decidí encender el televisor, pero apareció en la pantalla niebla. Las cosas empezaban a normalizarse. Como  "la caja tonta" no funcionaba, encendí la radio y puse el noticiario de la tarde. Nada me sorprendió al oír las noticias, hablaron un poco sobre el asesinato de Daniel. Según la radio, la policía no quiso dar declaraciones, pero lo que nadie sabía realmente es que no tenían declaraciones que dar. 
     Eran ya las seis y media de la tarde, ahora que lo pensaba, quedaba menos para año nuevo. No entiendo por qué pensaba eso, a fin de cuentas, pasaría año nuevo fumando un paquete de cigarros y cogiendo un coma etílico a base de whisky escocés. Esos jodidos escoceses saben como hacer un buen whisky.
     De repente la alarma de mi teléfono sonó, vi un recordatorio. "Ir a Painhome para ver de nuevo a Jason. Tengo que hablar con él"
     Se me olvidaba completamente, le prometí a Jason volver esta noche para preguntarle más cosas y darle un rato de compañía. Realmente me vendría bien desconectar un poco, aunque fuera rodeado de locos, me apetecía desconectar. Y hablar con el hombre más loco de los Estados Unidos y quizás del mundo, me hacía desconectar por completo. Y no estoy seguro sí eso era una buena señal o no. Pero fuera lo que fuese, no importaba. Tenía que ir a Painhome esta noche. 
     Me tumbé en el sofá y dejé que mi cabeza viajara a otro lugar, muy lejos, hasta que quedé dormido. Desperté de un salto, vi que ya era de noche y pensé que sería tarde para ver a Jason, pero sólo eran las ocho y cuarto, no había dormido tanto. Después de todo lo que comí al mediodía, volvía a tener hambre. Fui hacia la nevera y la abrí, sólo había un par de latas de cerveza, y un sándwich de mantequilla de cacahuete partido en dos. Una parte estaba pocha, la otra parecía comestible, así que la cogí y la acompañé de una fría cerveza. Supongo que si ese sándwich no me mataba, acabaría haciéndome más extraño. 
     No dejé ni una migaja del sándwich. Tenía demasiada hambre como para dejar algo de él. Y por sí no fuera poco, no contento con aquella cerveza, me bebí otra más. Cuando iba a ir por la tercera mi cerebro me dijo: "Quieto Dellman, tienes que coger el coche y no matarte en la carretera". Supongo que eso me hizo cambiar de opinión. 
     Entradas las nueve de la noche, salí del bloque de apartamentos en busca de mi coche y entonces el día se jodió por completo. Algún cabronazo había rozado su coche con el mío y me había hundido toda la parte izquierda del coche. Para rematar aún más la noche, el golpe hizo que la puerta del conductor no abriera y tuve que entrar haciendo contorsionismo por la puerta del copiloto. Al fin y al cabo al coche le quedaba como mucho un año más. Era un viejo trozo de metal con radio y cuatro ruedas. Se lo compré a un mejicano por mil dólares, creo que el cabrón lo robó.
     Arranqué el coche y encendí un cigarro. Quedé mirando el viejo mechero de mi padre, me recordaba mucho a él. Luego, me di cuenta de que sólo me quedaban tres cigarros más. Tendría que arreglármelas para suministrar tres cigarros en media hora de carretera. Con suerte, a la vuelta encontraría alguna gasolinera abierta.
     Mientras mantenía el cigarrillo en la boca y la mano izquierda en el volante, con la derecha cambiaba de emisora, busqué mi cadena favorita hasta encontrarla.
     -"Welcome to the hotel California.Such a lovely place.-Such a lovely place.Such a lovely place...".
     Hotel California, de "The Eagles". Me gustaba esa canción, pero no sé que coño hacían poniéndola en plena Navidad. Claramente era una canción de verano. Pero de todas maneras seguía escuchándola mientras fumaba y conducía. Empezaba a nevar otra vez, y los limpiaparabrisas no iban tan rápidos como debían. La carretera congelada y la nieve en la luna del coche hicieron que derrapara y estuviera a punto de salirme, con suerte, sólo se me cayó el cigarro.
     Acabé el último justo al llegar a Painhome. Volvía a ese lugar, y lo peor de todo es que  acabé disfrutando estar allí. Verme rodeado de locos me hacia creer que yo era un ciudando ejemplar, que estaba en la cúspide de la pirámide, cuando realmente era una cucaracha en un mundo lleno de apestosas mierdas llenas de moscas. Cada mierda era un problema, y cada mosca era un maldito loco. No era tan distinto a ellos, incluso, creo que podría vivir con ellos. 


lunes, 11 de agosto de 2014

Shadows (8). Empieza el juego.

     Llegado el mediodía, crucé la avenida Ricknom, dirección al puente de NewHappon. Mirando la carretera, me preguntaba una y otra vez que sería del asesino, llevaba días sin saber nada de él, ningún asesinato, ningún mensaje, ninguna pista, nada. Empecé a creer que ese maldito cabrón se había rendido. Que había preferido seguir con su vida normal y dejar aquello de asesinar a personas. Pero de repente, mi teléfono sonó.
     -¿John Dellman?
     -¿Si?
     - Verá, le habla el inspector de policía David Larson. Han encontrado muerto a Daniel McHonell, parece que fue asesinado mientras leía una carta suya.
     Quedé atónito. Daniel McHonell era un amigo mío desde pequeños. Llevabámos  un tiempo sin mantener unas palabras cara a cara, pero hace varios días le mandé una carta mostrándole mis preocupaciones. No podía creer que el viejo McHonell estuviera muerto, y menos que haya sido encontrado asesinado.
     - No puede ser cierto lo que me cuenta inspector.
     - Pues lamento decirle que lo és y como detective y amigo que era de la víctima, me gustaría que viniera al lugar del crimen. Ahora mismo ha llegado el médico para certificar la muerte, así que nos sería de gran ayuda si viniera a echar una ojeada.
     - Claro, iré hacia allá.
     La muerte de Daniel me cogió de sorpresa. Daniel era un hombre tímido, bastante reservado. Eso y su problema de sobrepeso hicieron que nunca pudiera formar una familia. Pero Daniel no tenía enemigos que yo conociera. En el FBI pasaba los días sentado en su silla, delante del ordenador. Era un hombre de papeleos. Nunca había visto a Daniel con una pistola en la mano, no sé quién lo mató, pero ojalá que pueda encontrar a ese cabrón.
     Conducí hasta el apartamento de McHonell. Comparado con el mío, era un palacio. Al llegar a la puerta varios agentes me acompañaron hacia el interior del edificio. Los malditos vecinos no paraban de asomar sus sucias orejas y sus ojos a las puertas, para ver lo que podían husmear.
     Lo primero que llamó mi atención al acercarme al piso de Daniel, fue un fuerte olor a podrido. Como si alguien hubiera cocinado un filete en descomposición, bañado de huevos podridos. Era muy desagradable. El inspector me espereba en la puerta del piso de McHonell.
     - Veo que ya ha llegado detective Dellman, pase.
     Al entrar el olor era el mismo que el que había en el pasillo, pero más concentrado. Y allí estaba, el cadáver de Daniel McHonell, aquel hombre que fue mi amigo, estaba descomponiéndose delante del televisor y con comida china por abrir encima de la mesita de cristal que presidía su salón.
     - El médico ha confirmado que murió de un disparo en la cabeza.
     No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que la muerte de Daniel, fue probocado por un disparo en la cabeza. Tenía un agujero del tamaño de una pelota de pin pong en la coronilla. Y el orificio de salida se encontraba en su tullida papada. Todo eso, estaba acompañado de una gran mancha de sangre que llenaba toda su camisa y parte del sillón y la moqueta.
     - Según nuestros hombres de criminología, fue un disparo a quemarropa, y fue causado por un calibre bastante grande. Un revólver dicen. El asesino, recogió el casquillo y sustrajo la bala del cuello de la víctima. No ha dejado ni una huella.
     Yo no hablaba, me limitaba a observar la escena del crimen. La muerte de Daniel, me recordaba a uno de los asesinatos que cometía Jason en sus tiempos. Esa perfección a la hora de matar, esa frialdad... Está claro que no se trataba de un asesino cualquiera, de un sicario o de un ladrón. El tipo que mató a Daniel, sabía a donde iba y a lo que iba.
     - Bueno Sr.Dellman, ¿no va a comentar nada sobre el asesinato de su amigo?
     - No tengo nada que comentar inspector, estoy sin palabras.- No estaba sin palabras, tenía mucho que decir, pero no iba a pasar la tarde hablando con un tipo que no conocía sobre la muerte de McHonell. Prefería guardar esos pensamientos hacia mi ser.
     - Con respecto a la carta detective...
     -¿Si?
     - Lo llamé porque la carta está manchada de sangre, no hemos podido leer nada a excepción de su nombre. Pensé que podría llamarlo para que nos contara que ponía en la carta.
     - Mire inspector, estoy muy consternado por lo de Daniel, no puedo ayudarle con esto. En la carta sólo me dirigía a Daniel, para saber un poco de él, llevaba mucho tiempo si verle. Debe de entender que no estoy en condiciones de hablar sobre esto.
     - Claro, no quería que se pusiera así señor, comprendo que el Sr.McHonell era un gran amigo suyo. No quiero molestarle de veras. Lo siento.
     - No se disculpe inspector. El que lo siente soy yo por no poder ayudar. Si me disculpa me marcho.
     - Oh claro, si necesita ayuda sólo tiene que contactar conmigo detective Dellman.
     - Por supuesto inspector, muchas gracias.
     - Adiós Sr. Dellman. Que tenga buen viaje.
     La muerte de Daniel, me había cogido de sorpresa, pero exageré totalemente delante del inspector Larson. No iba a hablar de aquello con él. Por suerte, el muy lerdo creyó que estaba en estado de shock y me dejó ir sin más.
     Mientras conducía camino a casa, paré en un McAuto. Eran las cuatro de la tarde, y mi estómago pedía comida.
     - ¿Qué desea señor?
     - Una Coca-Cola grande y una hamburguesa doble de ternera con bacon y extra de queso.
     - ¿Algo más señor?
     - Oh sí, se me olvidaban las patatas deluxe con queso fundido.
     - Entendido señor. Pase a la ventanilla de recogida.
     Recogí toda la comida, y me la comí mientras conducía camino a casa. Con lo que comía, aún no sabía como no pesaba cien kilos. Esas malditas hamburguesas estaban demasiado buenas.
     Al terminar la comida, eché los restos por la ventanilla del coche, y busqué en mi chaqueta la petaca.
     - Mierda, me la he dejado en casa.- Me dije.
     Por suerte, el paquete de tabaco aún estaba lleno y pude disfrutar de un cigarro mientras llegaba a casa. Por el camino, entre calada y calada, pensaba.
     Sólo se me ocurrían dos personas que podían haber matado a Daniel. Una estaba en un manicomio, y no saldría de allí nunca. La otra, llevo buscándola semanas y no se nada sobre él o ella.
     Pero si el cabrón que mató a Daniel, es el mismo que llevo buscando tanto tiempo, sabe que voy detrás de él, y sabe que Daniel era mi amigo, por lo tanto podría matarme en cualquier momento.
     También, pude observar en la escena del crimen, que era una muerte simple, simple, pero perfecta. Nada de rituales. Ese cabrón se había cansado de jugar, ahora iba a hacerme daño. Ese cabrón, iba a por mí.

jueves, 7 de agosto de 2014

Shadows (7). Todo hombre tiene un pasado.

     Regresé al apartamento tarde, la nieve cubría toda la calle y aún no sé como no me maté aquella noche en la carretera. Al pisar el recibidor del apartamento, encontré a los yonkies del bajo peleando. Si un día no se mataban entre ellos por una jeringuilla, los mataría yo. Pero no sólo me esperaba eso, también tuve que aguantar las peleas de la esquizofrénica de enfrente con su madre muerta. Esa tía me daba mucho miedo. Y ya para rematar la noche, encontré una pequeña familia de cucharachas paseándose por la encimera de mi cocina. Las maté a todas con un viejo trapo mugriento. La verdad es que no había demasiadas cosas limpias en ese piso. Aquella situación me recordó mucho al cabronazo del viejo Tony. El viejo Tony era mi padre, que dios lo tenga en su seno.
     No era mala persona, pero más de una vez me cruzó la cara. No le tengo que reprochar nada la verdad. Lo raro es que no me hubiera matado, después de todo lo que vivió, que me pegara no era nada preocupante. 
     Pasé mi infancia con él en Oregón. Él trabajaba en las minas de carbón y tuvo que criarme solo, ya que mi madre murió cuando yo tenía dos años a causa de un accidente de coche. Mi abuelo, su padre, murió en la Segunda Guerra Mundial, cuando él tenía unos meses de vida. Todos esos traumas ligados con el humo de los puros baratos que fumaba y el bourbon casero que le regalaba el vecino, hacían que al llegar a casa mi padre fuera una bomba que acababa estallando junto a mí. Pero un día no pude resistirme, el día de mi cumpleaños, cuando cumplí los quince, el puto viejo intentó darme otra paliza, pero no esperaba que yo reaccionara cogiéndole la mano y pateándole los huevos.
Le pegué tan fuerte, que el jodido cabrón vomitó las judías enlatadas y el bourbon que tenía en el estómago. Yo esperaba que después de eso me dejara en coma de una paliza, pero cuando se recuperó me dijo: 
     "-Eres un buen chico Johnny. Estaba esperando que hicieras eso. Los cabrones como yo nos merecemos a veces un escarmiento".
     Esas palabras me marcaron, pero nunca las pude entender del todo. Supongo que había perdido la cabeza después de tantas borracheras. El viejo Dellman murió dos días después de que naciera mi hijo. Según el forense, lo mató un cáncer de pulmón producido por los puros y el aire de las minas de carbón. El condenado sólo me dejó su viejo mechero que tiene inscrito: "Born to die". Por lo que me contó, se lo mangó a un oficial en el Vietnam. Ese oficial murió a causa de una mina antipersona, mi padre me decía que sólo quedó de él su casco y un brazo.
     Después de recoger las cucarachas, me desnudé y quedé en calzoncillos. Tumbado en la cama, con una botella de cerveza en la mano y mirando al techo pensé en Jason. Me pregunté en que estaría pensando ese puto demente y si las personas como él soñaban. 
     -"Voy a acabar como él".- Me decía a mí mismo.
     El techo era originalmente de color blanco, pero parecía que alguien se había cagado en él y le había restregado la mierda. Entre que ya no me quedaban amigos y que no metería a nadie en esa pocilga, el piso sólo había visto dos personas. Yo, y un tipo que vivía antes aquí. Según lo que me dijo el casero, se ahorcó. 
     Entre los gritos de los vecinos y el olor a orines del pasillo me costó dormir, pero al final caí en la cama como un bebé.
     Por la mañana recordé que había soñado algo, algo que había vivido hace mucho tiempo. Soñé que tenía once años, y que volvía a casa un viernes por la tarde. Mi padre estaba sentado en su vieja mecedora en el porche. No estaba borracho, algo muy raro en él. Pero entonces recordé que día era y  comprendí porque no estaba borracho. Ese día hacía nueve años que murió mi madre. Mi padre por muy duro que fuera, no tenía asumido que mi madre estaba muerta. Él no era muy creyente, es más, no lo vi entrando a una iglesa en su vida. Pero todos los años, en el aniversario de la muerte de mi madre, él, rezaba una oración y luego se encerraba en su cuarto. Aquel día no fue una excepción.
     Cuando entró a su cuarto y se encerró dentro con llave, me picó la curiosidad por saber que hacía allí y al asomarme por la ventana, pude ver a mi padre de rodillas enfrente de la cama llorando como un condenado. Se me calló el alma al suelo. El hombre que me había criado, que tantas palizas me había dado, el viejo Tony Dellman, llorando delante de su cama, no lo podía creer. Pero entonces el se dio cuenta de que lo estaba observando y vino a buscarme al porche. Yo creía que me iba a pegar como siempre, pero para mi sorpresa, me abrazó y me pidió perdón por todo. 
     -"Algún día lo entenderás John".- Me dijo entre balbuceos.
     Estuve toda la mañana pensando en aquella escena, fue la primera y la última vez que me abrazó y lo recordé a la perfección en aquel sueño. 
     Ya comprendía las palabras del viejo Tony. En el fondo yo era como él. Un jodido borracho maltratador, sólo que él no tuvo la culpa de perder a su mujer, yo en cambio, sí tuve la culpa de perder a la mía.
     

lunes, 4 de agosto de 2014

Shadows (6). Amigos.

     Me encontraba en frente suya, cara a cara, sólo nos separaban unos escasos metros. Lo conocía muy bien y el a mí igual, yo sabía que no podría hacerme nada y que aunque pudiera tampoco lo haría. Pero sabiendo todo eso, aún me sentía nervioso cada vez que le miraba a los ojos, esos fríos ojos, azules como el hielo y que no podía mostrarte nada. Ese hombre, el hombre que mató a todo esa gente, podría ser tu vecino, tu amigo, o incluso tu padre. Era perfecto, ni el mejor de los psicólogos podría saber a simple vista que ese tipo era el psicópata más grande que yo haya visto.
     -Siéntese John. No me gusta que mis visitas estén de pie, y menos si se trata de un viejo amigo.
     -No somos amigos Jason, lo sabes muy bien.-Le respondí sentándome en el suelo.
     -¿Qué más da John? No hay amigos ni enemigos, en este mundo todos somos iguales.
     -No decías lo mismo cuando castrabas a esos judios Jason.-Le respondí friamente.
     -Yo no tuve la culpa John. Las voces me obligaron.
     -¿Las voces? Por dios Jason, tú no oyes voces.-Sabía que ese maldito cabrón estaba como una regadera, pero no escuchaba voces.
     -JAJAJAJAJAJAJAJAJA. ¡Pues claro que no John, yo no estoy loco!-Me dijo a carcajadas.
     Seguía siendo el mismo loco de siempre, o incluso más.-Bueno John, ¿cómo le va la vida? ¿Están bien la hermosa Linda y el pequeño Frank?
     -Eso no es de tu incumbencia Jason. Sabes perfectamente que no he venido a hablar de mi familia.
     -Pues claro John, ¿a quién queremos engañar? Jason sabe que nuestro amigo John no ha venido para eso.- Ese tío me sacaba de mis casillas, cada vez que abría la boca me entraban ganas de pegarle un puñetazo y que callara de una vez por todas.
     -Seamos claros Jason, necesito tu ayuda.
     Jason abrió exagerademente la boca con gesto de sorpresa.-¿John Dellman quiere algo de mí? ¿Qué clase de juego es John? Quiero jugar.
     -No es ningún juego Jason, es algo muy serio.
     -¿De qué se trata amigo?
     -Hay un tipo por la ciudad que se dedica a matar gente de una manera un tanto peculiar. Ahora mismo podría estar matándo a otra persona y yo estoy aquí hablando contigo porque eres el tipo más loco que conozco y te necesito.
     -Entiendo.-Asiente Jason.-A ver, has venido a mí para que te ayude a encontrar a ese tipo, ¿no?
     -Exacto Jason.
     -¿Y pretendes que te ayude?-Dice riéndose.
     -Eso pretendía...
     -No lo voy a hacer John, está claro. Dice seriamenete.
     -¿No le vas a hacer un favor a un viejo amigo?
     -JAJAJAJAJAJAJAJA. Por dios John, era una broma. Claro que te voy a ayudar, aquí no tengo tareas, me aburro.-Claramente estaba mucho más loco que la última vez.
     -Vale, te lo agradezco mucho Jason.
     - No hace falta que me des las gracias John, somos amigos.-Me dijo sonriendo.-Bueno John, ¿cómo es el tipo que buscas?
     -Nadie le ha visto la cara nunca, ni si quiera lo han visto. Pero siempre mata a sus víctimas igual Jason. Las droga, les obliga a hacer un ritual satánico y cuando ya no les son útiles, les corta el cuello y les dibuja un extraño pentagrama en el pecho.
     -Es de los míos.-Dice el jodido loco sonriendo.
     -Se  le acabó el tiempo detective.-Se oye por los altavoces.
     -Oh no... Es una pena que no podamos seguir hablando John.
     -Tranquilo Jason, mañana me tendrá de nuevo aquí.
     -Mucho mejor, ya estaba empezando a entristecerme.-Dice bajando la cabeza.
     Me levanto y le doy la espalda.
     -Hasta mañana Jason.
     -Hasta mañana John, tenga cuidado con el tráfico, podría salir disparado del coche y reventarse la cabeza con el asfalto.JAJAJAJAJAJAJAJA.
     El cabrón estaba loco de remate, pero el tiempo que estuve delante suya, hablando, me sentí bien, en la parte más escondida de mi corazón, yo estaba bien, y no sabía por qué. Ese tipo podría ser el mayor demente y el mayor psicópata que había conocido, pero una cierta manera me hacía recordar a los viejos tiempos, a aquellos tiempos en los que tomaba café con mis compañeros del FBI, a los tiempos en los que todas las mañanas besaba a mi mujer y ella me entregaba el desayuno con una sonrisa, en las risas de mi hijo cuando jugábamos juntos a "La Guerra de las Galaxias", a los tiempos en los que tenía una vida.
     Entro en el coche y saco un cigarrillo. Toso al darle la primera calada.
     -Esta mierda me matará algún día.-Me dije.
     Estaba nevando, mucho. Mis limpiaparabrisas no daba a basto.
     -Al final acabaré reventándome la cara contra el asfalto como me dijo ese jodido loco.
     Sonaba en la radio "Yesterday" de "The Beatles", me gustaban esos jodidos ingleses y en Navidad siempre aprobechaban los de la radio para poner esa canción.
     Mientras conducía y fumaba, no dejaba de pensar en Linda y el niño, en como estarían pasando la Navidad. A la vez que pensaba en ellos, no me quitaba de la cabeza la risa de Jason y los asesinatos del cabrón de los pentagramas.
     -"Yesterday... All my troubles seemed so far away..." Sonaba en la radio.
     Yo seguía pensando. Quizás me sentía bien hablando con el loco de Jason porque en el fondo tenía razón, porque en el fondo yo era su amigo, y él era el mío, quizás yo era su único y amigo, y a mi muy pesar él era el único amigo que me quedaba.

sábado, 2 de agosto de 2014

Shadows (5). Bienvenido a Painhome.

     Hoy hace seis años que ocurrió el hecho que cambiaría mi vida, hoy, veintinueve de diciembre de dos mil catorce, recuerdo como golpeé a mi mujer hasta casi matarla, con la frialdad de un maltratador, hoy, hace seis años que lo perdí todo, y nunca olvidaré esta fecha.
     He viajado hasta el centro de tratamientos psicológicos de "Painhome". La gente lo llama centro, pero esta mierda es un puto psiquiátrico donde los mayores locos del país se dan cita.
     Vengo hasta esta isla para ver a un tipo que espero que me sea de cierta utilidad. El loco en cuestión es Jason Huddles, mejor conocido como "el Predicador". Lo llaman así porque el maldito cabrón se hacia pasar por cura, pero era un antisemita pedófilo que disfrutaba torturando a sus víctimas y obligándolas a realizar cultos a las artes oscuras, ya sabéis, brujería, alquimia, satanismo... Estaba como una maldita cabra, pero el mamón mató a treinta personas en menos de diez años y nos costó pillarlo, porque aunque es un jodido loco, el cabrón es más listo que un zorro. Se las apañó para burlar al FBI, incluyéndome a mí y a toda mi brigada. Se estuvo riendo de nosotros casi diez años, hasta que un día se entrego cuando estábamos buscándolo, según él, ya estaba aburrido de huir, quería descansar un poco. Nosotros nos alegramos de cogerle pensando que le caería la pena de muerte, pero él y su jodido abogado se las arreglaron para meterlo aquí y testificar en el juicio que estaba rotundamente loco.
     Hoy, años después vengo a hacerle una visita. No conozco a nadie más loco que él, ni más bueno matando a gente de esa manera, por lo tanto le propondré que me ayude a pescar al tipo que llevo persiguiendo más de un mes.
     Este sitio me da grima, huele a un geriátrico, pero con un cierto punto de locura añadido. No me gusta nadie de aquí, ni los empleados parecen estar sanos. Las enfermeras dan miedo, visten de blanco y las ojeras que cubren sus ojos parecen maquillaje negro. Se ollen gritos desde la recepción, una recepción en la que el encargado en cuanto le he dicho a lo que venía me informado de mantenga una distancia de seguridad de dos metros entre mi cuerpo y las celdas.
     Voy hacia la planta menos cinco, sí, este sitio no esta construido hacia arriba. Prefieren tener a los locos bajo tierra. La planta donde voy es la de máxima seguridad y al entrar puedo ver la razón. Hay quince celdas, todas acolchadas y con cuerdas para inmovilizar a los pacientes, si es que se les puede llamar así.
     A diferencia de las demás plantas, en esta, los guardias van con armas de alto calibre. Cada segundo que paso aquí es como si yo mismo me volviera loco. Pedófilos, esquizofrénicos, asesinos en serie... Toda la mayor mierda del país estaba en este gran retrete, un retrete vestido de blanco y con focos que dejarían ciegos a cualquiera si se mirasen fijamente.
     Los guardias me llevan hasta la celda de Jason, me avisan de que si hay algún problema que me apresure corriendo a la puerta y grite con todas mis ganas. No es algo que me tranquilice, pero por lo menos me da algo de seguridad.
     Dejo mi cartera, mi placa, el tabaco, el mechero y mi pistola. Me registran hasta en los huevos, a ver si escondo algo. No me gusta que me manoseen.
     El guardia me abre la puerta y me da paso.
     -Huddles, tienes visita.
     Ahí estaba el jodido loco, igual que cuando lo arrestamos, con la misma mirada, ese frío semblante y sobre todo esa sonrisa, esa sonrisa que desquiciaba a cualquier persona.
     -Hola Jason, me alegra de verte.
     El jodido loco lo sabía, sonríe y asiente.
     Un portazo se escucha, ya sólo estamos él y yo, cara a cara.
    

viernes, 1 de agosto de 2014

Shadows (4). Recuerdos del pasado.

    Era una fría noche de diciembre, a tan solo dos días para año nuevo. El viento ululaba al atravesar las poca hojas que vestían los árboles, un frío intenso recorría todo mi cuerpo y calaba mis huesos como si de un afilado bisturí se tratara. 
    Me prometí no beber en estas navidades, pero ya era demasiado tarde, me tambaleaba como un tronco en una furiosa tormenta. Busqué en mi gabardina el paquete de tabaco, "Marlboro", me prometí también dejar el tabaco después de que el médico me dijera que tenía unas pequeñas manchas negras en el pulmón derecho. Pero, ¿por qué dejar lo que me gusta? -Hay solo una vida.- Me decía a mi mismo, sin saber cuanto la echaría de menos.
     Ya llevaba unas semanas volviendo a casa de madrugada y con un olor en la ropa a ginebra y perfume barato de mujer. Linda ya estaba cansada de la misma historia todos los días. -Ni en Navidades John, ¡ni en las malditas Navidades!-Me gritaba entre lágrimas una y otra noche. Me avergüenzo de mi mismo. Ella me quería, era la persona que más me quería en este mundo o quizás la única.
     Me encendí el último cigarro que me quedaba en el paquete y lo disfruté como si fuera el último cigarro de mi vida, iba demasiado borracho para poder erguirme de pie. El humo del tabaco y los cinco gin tonics que llevaba en el cuerpo hacían que cada paso que daba me dieran arcadas. Empezó a nevar, y yo aún estaba a unos metros de casa, Linda me quitó las llaves del coche porque según ella un día me estamparía contra un árbol y me ahogaría en mi propio vómito.
     La nieve ya cubría parte de la calle, vi una fuerte luz viniendo hacia mí.-Es el cielo.-Me dije. Me equivocaba totalmente, era el quitanieves que pasaba al lado mía gritándome.-¡Aparta puto borracho! Algunos tenemos que trabajar. Yo me limité a sacarle el dedo y mandarlo a la mierda.
     Al fin llegué a casa, saqué las llaves y como buenamente pude, las intenté meter en la cerradura, mi mano tambaleaba tanto que no conseguí meterla dentro.-Respira hondo y cálmate John.-Me decía a mi mismo.-No queremos desperar a Linda y al niño. Pero la maldita llave no entraba.
     De repente alguien abrió la puerta, era Linda, mi mujer.-Entra.-Me dijo seriamente. Yo entré y justamente al poner el pie sobre la alfombra del corredor, sentí que todo lo que había entrado por mi boca aquella noche salía como si de un desagüe se tratara. En efecto, lo vomité todo, delante de mi esposa. Ella me miraba con una lágrima en los ojos y moviendo la cabeza hacia los lados.-Son las tres de la mañana John. Estaba muy preocupada.
     -Me paré en el pub de Patrick a tomar algo.-Le decía limpiándome los restos de vómito con la manga de la gabardina. Patrick era un irlandés que tenía un pub dos manzanas abajo. El cabrón sacaba todos los días a borrachos a punta de escopeta. A mí nunca me lo hizo, le dejé demasiado dinero en todo el tiempo que llevaba bebiendo allí, supongo que no quería perder a su mejor cliente.
     Fui a coger otro cigarrillo, pero me acordé de que el paquete estaba vacío.-Tenemos que hablar John...-Me decía Linda llorando.-¿No puedes dejarme una sola noche Linda? Sólo te pido una puta noche para poder hacer lo que me de la gana.-Le grité.-Vas a despertar al niño John...-Me decía llorando.-¿Por qué no cierras la puta boca de una vez y te duermes?-La situación empezaba a írseme de las manos.-John para por favor. Ya ni en Navidades John, ni en Navidades.
     Entonces me levanté sin ser consciente de lo que hacía.-Vuelve a repetir esa maldita frase Linda, y te juro que será la última vez que la digas. Ella lloraba aún más.-Acabas de despertar al niño, John.- El pequeño Frank lloraba. -¡He dicho que cierres la boca maldita zorra!-Le grite. Ella, presa del pánico me soltó una bofetada. Nunca debía de haberlo hecho.
     La bofetada me cruzó la cara, me hizo sangrar la nariz y yo al ver la sangre perdí totalmente la cabeza. Fue la chispa que prendió la mecha. -Oh dios mío no quería hacerlo John... Lo sien...-No la dejé acabar, le solté un puñetazo a la altura del estómago, ella se retorció de dolor.-John para...-Me decía. John ya no estaba allí, solo quedaba de él su cuerpo, no era consciente de lo que hacía.
     El niño lloraba aún más y yo no paraba de golpearla. La cogí del pelo y con la otra mano seguí golpeándola en el estómago.-Por fin vas a aprender a callarte.-Le dije mientras caía al suelo. Allí seguí golpeándola, esta vez a patadas. No era consciente de mis actos.
     Entonces escuche una sirenas, dos coches de policía venían.-Los vecinos pensé...-Uno de ellos había avisado a la policía.
     Los policías derribaron la puerta y me encontraron a mi con las manos en alto. Linda estaba tirada en el suelo, en un charco de sangre, de su propia sangre.
     -No te muevas hijo de puta.-Me decía uno de ellos apuntándome con la pistola.-Estás detenido por maltrato, búscate un buen abogado amigo.-Yo no dije nada, me limité a obedecer.
     -La ambulancia viene de camino, mirar si la mujer aún sigue viva.-Decía otro.
     En el fondo del corredor, estaba Frank, mi hijo de tres años, atónito, sin dejar de mirar a su madre llena de sangre y a su maldito padre, al hijo de puta de su padre.
     Dos semanas después estaba libre, se celebró el juicio, Linda ya estaba bien, pero se que las secuelas que le dejé aquella noche estaban adentro de ella, muy en el fondo de su corazon. Tuve que pagarle una indemnización de diez mil dólares, más una pensión para el niño de setecientos pavos cada mes.
      Pero eso no era todo, el FBI no podía permitirse tener a un alcohólico maltratador entre sus hombres. Me echaron, les ahorré el finiquito.
     No me quedaba nada, mi cuenta bancaria estaba casi vacía, no podía estar a menos de quinientos metros de mi mujer y además tenía que pagarle todos los meses setecientos dólares que no sabía dónde sacarlos.
Comencé el maldito año de culo y para no olvidarme nunca de esto, me tatué la fecha de ese maldito día en el pecho, el día que lo perdí todo.
     No paro de decírmelo, pero daría lo que fuera por volver a abrazarla, pedirle el perdón que nunca le dije y ese último te quiero. Quería volver a jugar con mi hijo y darle un beso en la frente cada mañana antes de irme a trabajar. Pero ya no me quedaba nada de eso, ahora, sólo eran sombras, sombras que me perseguían cada noche y que no me dejaban dormir.
     Sólo sombras.