lunes, 11 de agosto de 2014

Shadows (8). Empieza el juego.

     Llegado el mediodía, crucé la avenida Ricknom, dirección al puente de NewHappon. Mirando la carretera, me preguntaba una y otra vez que sería del asesino, llevaba días sin saber nada de él, ningún asesinato, ningún mensaje, ninguna pista, nada. Empecé a creer que ese maldito cabrón se había rendido. Que había preferido seguir con su vida normal y dejar aquello de asesinar a personas. Pero de repente, mi teléfono sonó.
     -¿John Dellman?
     -¿Si?
     - Verá, le habla el inspector de policía David Larson. Han encontrado muerto a Daniel McHonell, parece que fue asesinado mientras leía una carta suya.
     Quedé atónito. Daniel McHonell era un amigo mío desde pequeños. Llevabámos  un tiempo sin mantener unas palabras cara a cara, pero hace varios días le mandé una carta mostrándole mis preocupaciones. No podía creer que el viejo McHonell estuviera muerto, y menos que haya sido encontrado asesinado.
     - No puede ser cierto lo que me cuenta inspector.
     - Pues lamento decirle que lo és y como detective y amigo que era de la víctima, me gustaría que viniera al lugar del crimen. Ahora mismo ha llegado el médico para certificar la muerte, así que nos sería de gran ayuda si viniera a echar una ojeada.
     - Claro, iré hacia allá.
     La muerte de Daniel me cogió de sorpresa. Daniel era un hombre tímido, bastante reservado. Eso y su problema de sobrepeso hicieron que nunca pudiera formar una familia. Pero Daniel no tenía enemigos que yo conociera. En el FBI pasaba los días sentado en su silla, delante del ordenador. Era un hombre de papeleos. Nunca había visto a Daniel con una pistola en la mano, no sé quién lo mató, pero ojalá que pueda encontrar a ese cabrón.
     Conducí hasta el apartamento de McHonell. Comparado con el mío, era un palacio. Al llegar a la puerta varios agentes me acompañaron hacia el interior del edificio. Los malditos vecinos no paraban de asomar sus sucias orejas y sus ojos a las puertas, para ver lo que podían husmear.
     Lo primero que llamó mi atención al acercarme al piso de Daniel, fue un fuerte olor a podrido. Como si alguien hubiera cocinado un filete en descomposición, bañado de huevos podridos. Era muy desagradable. El inspector me espereba en la puerta del piso de McHonell.
     - Veo que ya ha llegado detective Dellman, pase.
     Al entrar el olor era el mismo que el que había en el pasillo, pero más concentrado. Y allí estaba, el cadáver de Daniel McHonell, aquel hombre que fue mi amigo, estaba descomponiéndose delante del televisor y con comida china por abrir encima de la mesita de cristal que presidía su salón.
     - El médico ha confirmado que murió de un disparo en la cabeza.
     No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que la muerte de Daniel, fue probocado por un disparo en la cabeza. Tenía un agujero del tamaño de una pelota de pin pong en la coronilla. Y el orificio de salida se encontraba en su tullida papada. Todo eso, estaba acompañado de una gran mancha de sangre que llenaba toda su camisa y parte del sillón y la moqueta.
     - Según nuestros hombres de criminología, fue un disparo a quemarropa, y fue causado por un calibre bastante grande. Un revólver dicen. El asesino, recogió el casquillo y sustrajo la bala del cuello de la víctima. No ha dejado ni una huella.
     Yo no hablaba, me limitaba a observar la escena del crimen. La muerte de Daniel, me recordaba a uno de los asesinatos que cometía Jason en sus tiempos. Esa perfección a la hora de matar, esa frialdad... Está claro que no se trataba de un asesino cualquiera, de un sicario o de un ladrón. El tipo que mató a Daniel, sabía a donde iba y a lo que iba.
     - Bueno Sr.Dellman, ¿no va a comentar nada sobre el asesinato de su amigo?
     - No tengo nada que comentar inspector, estoy sin palabras.- No estaba sin palabras, tenía mucho que decir, pero no iba a pasar la tarde hablando con un tipo que no conocía sobre la muerte de McHonell. Prefería guardar esos pensamientos hacia mi ser.
     - Con respecto a la carta detective...
     -¿Si?
     - Lo llamé porque la carta está manchada de sangre, no hemos podido leer nada a excepción de su nombre. Pensé que podría llamarlo para que nos contara que ponía en la carta.
     - Mire inspector, estoy muy consternado por lo de Daniel, no puedo ayudarle con esto. En la carta sólo me dirigía a Daniel, para saber un poco de él, llevaba mucho tiempo si verle. Debe de entender que no estoy en condiciones de hablar sobre esto.
     - Claro, no quería que se pusiera así señor, comprendo que el Sr.McHonell era un gran amigo suyo. No quiero molestarle de veras. Lo siento.
     - No se disculpe inspector. El que lo siente soy yo por no poder ayudar. Si me disculpa me marcho.
     - Oh claro, si necesita ayuda sólo tiene que contactar conmigo detective Dellman.
     - Por supuesto inspector, muchas gracias.
     - Adiós Sr. Dellman. Que tenga buen viaje.
     La muerte de Daniel, me había cogido de sorpresa, pero exageré totalemente delante del inspector Larson. No iba a hablar de aquello con él. Por suerte, el muy lerdo creyó que estaba en estado de shock y me dejó ir sin más.
     Mientras conducía camino a casa, paré en un McAuto. Eran las cuatro de la tarde, y mi estómago pedía comida.
     - ¿Qué desea señor?
     - Una Coca-Cola grande y una hamburguesa doble de ternera con bacon y extra de queso.
     - ¿Algo más señor?
     - Oh sí, se me olvidaban las patatas deluxe con queso fundido.
     - Entendido señor. Pase a la ventanilla de recogida.
     Recogí toda la comida, y me la comí mientras conducía camino a casa. Con lo que comía, aún no sabía como no pesaba cien kilos. Esas malditas hamburguesas estaban demasiado buenas.
     Al terminar la comida, eché los restos por la ventanilla del coche, y busqué en mi chaqueta la petaca.
     - Mierda, me la he dejado en casa.- Me dije.
     Por suerte, el paquete de tabaco aún estaba lleno y pude disfrutar de un cigarro mientras llegaba a casa. Por el camino, entre calada y calada, pensaba.
     Sólo se me ocurrían dos personas que podían haber matado a Daniel. Una estaba en un manicomio, y no saldría de allí nunca. La otra, llevo buscándola semanas y no se nada sobre él o ella.
     Pero si el cabrón que mató a Daniel, es el mismo que llevo buscando tanto tiempo, sabe que voy detrás de él, y sabe que Daniel era mi amigo, por lo tanto podría matarme en cualquier momento.
     También, pude observar en la escena del crimen, que era una muerte simple, simple, pero perfecta. Nada de rituales. Ese cabrón se había cansado de jugar, ahora iba a hacerme daño. Ese cabrón, iba a por mí.

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