miércoles, 13 de agosto de 2014

Shadows (9). El gran ciudadano americano.

     Llegué a casa justo después de fumarme el tercer cigarrillo. Últimamente tosía demasiado, el médico ya me avisó de que sí seguía fumando acabaría bastante mal. Pero daba igual, fumar era lo único que me aplacaba el maldito nerviosismo que me daba el caso en el que trabajaba.
     Entré al bloque lentamente, disfrutando de un último cigarro. Era raro, hoy no había ruido en el bloque, todo estaba muy tranquillo. Ni los drogadictos de abajo matándose, ni la esquizofrénica dando voces, todo era demasiado perfecto para ser el cuchitril donde vivía.
     Abrí la puerta de mi piso, y para llevarme otra sorpresa, no había cucarachas por la cocina. Para mi gusto, todo era demasiado perfecto. Decidí encender el televisor, pero apareció en la pantalla niebla. Las cosas empezaban a normalizarse. Como  "la caja tonta" no funcionaba, encendí la radio y puse el noticiario de la tarde. Nada me sorprendió al oír las noticias, hablaron un poco sobre el asesinato de Daniel. Según la radio, la policía no quiso dar declaraciones, pero lo que nadie sabía realmente es que no tenían declaraciones que dar. 
     Eran ya las seis y media de la tarde, ahora que lo pensaba, quedaba menos para año nuevo. No entiendo por qué pensaba eso, a fin de cuentas, pasaría año nuevo fumando un paquete de cigarros y cogiendo un coma etílico a base de whisky escocés. Esos jodidos escoceses saben como hacer un buen whisky.
     De repente la alarma de mi teléfono sonó, vi un recordatorio. "Ir a Painhome para ver de nuevo a Jason. Tengo que hablar con él"
     Se me olvidaba completamente, le prometí a Jason volver esta noche para preguntarle más cosas y darle un rato de compañía. Realmente me vendría bien desconectar un poco, aunque fuera rodeado de locos, me apetecía desconectar. Y hablar con el hombre más loco de los Estados Unidos y quizás del mundo, me hacía desconectar por completo. Y no estoy seguro sí eso era una buena señal o no. Pero fuera lo que fuese, no importaba. Tenía que ir a Painhome esta noche. 
     Me tumbé en el sofá y dejé que mi cabeza viajara a otro lugar, muy lejos, hasta que quedé dormido. Desperté de un salto, vi que ya era de noche y pensé que sería tarde para ver a Jason, pero sólo eran las ocho y cuarto, no había dormido tanto. Después de todo lo que comí al mediodía, volvía a tener hambre. Fui hacia la nevera y la abrí, sólo había un par de latas de cerveza, y un sándwich de mantequilla de cacahuete partido en dos. Una parte estaba pocha, la otra parecía comestible, así que la cogí y la acompañé de una fría cerveza. Supongo que si ese sándwich no me mataba, acabaría haciéndome más extraño. 
     No dejé ni una migaja del sándwich. Tenía demasiada hambre como para dejar algo de él. Y por sí no fuera poco, no contento con aquella cerveza, me bebí otra más. Cuando iba a ir por la tercera mi cerebro me dijo: "Quieto Dellman, tienes que coger el coche y no matarte en la carretera". Supongo que eso me hizo cambiar de opinión. 
     Entradas las nueve de la noche, salí del bloque de apartamentos en busca de mi coche y entonces el día se jodió por completo. Algún cabronazo había rozado su coche con el mío y me había hundido toda la parte izquierda del coche. Para rematar aún más la noche, el golpe hizo que la puerta del conductor no abriera y tuve que entrar haciendo contorsionismo por la puerta del copiloto. Al fin y al cabo al coche le quedaba como mucho un año más. Era un viejo trozo de metal con radio y cuatro ruedas. Se lo compré a un mejicano por mil dólares, creo que el cabrón lo robó.
     Arranqué el coche y encendí un cigarro. Quedé mirando el viejo mechero de mi padre, me recordaba mucho a él. Luego, me di cuenta de que sólo me quedaban tres cigarros más. Tendría que arreglármelas para suministrar tres cigarros en media hora de carretera. Con suerte, a la vuelta encontraría alguna gasolinera abierta.
     Mientras mantenía el cigarrillo en la boca y la mano izquierda en el volante, con la derecha cambiaba de emisora, busqué mi cadena favorita hasta encontrarla.
     -"Welcome to the hotel California.Such a lovely place.-Such a lovely place.Such a lovely place...".
     Hotel California, de "The Eagles". Me gustaba esa canción, pero no sé que coño hacían poniéndola en plena Navidad. Claramente era una canción de verano. Pero de todas maneras seguía escuchándola mientras fumaba y conducía. Empezaba a nevar otra vez, y los limpiaparabrisas no iban tan rápidos como debían. La carretera congelada y la nieve en la luna del coche hicieron que derrapara y estuviera a punto de salirme, con suerte, sólo se me cayó el cigarro.
     Acabé el último justo al llegar a Painhome. Volvía a ese lugar, y lo peor de todo es que  acabé disfrutando estar allí. Verme rodeado de locos me hacia creer que yo era un ciudando ejemplar, que estaba en la cúspide de la pirámide, cuando realmente era una cucaracha en un mundo lleno de apestosas mierdas llenas de moscas. Cada mierda era un problema, y cada mosca era un maldito loco. No era tan distinto a ellos, incluso, creo que podría vivir con ellos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario