sábado, 2 de agosto de 2014

Shadows (5). Bienvenido a Painhome.

     Hoy hace seis años que ocurrió el hecho que cambiaría mi vida, hoy, veintinueve de diciembre de dos mil catorce, recuerdo como golpeé a mi mujer hasta casi matarla, con la frialdad de un maltratador, hoy, hace seis años que lo perdí todo, y nunca olvidaré esta fecha.
     He viajado hasta el centro de tratamientos psicológicos de "Painhome". La gente lo llama centro, pero esta mierda es un puto psiquiátrico donde los mayores locos del país se dan cita.
     Vengo hasta esta isla para ver a un tipo que espero que me sea de cierta utilidad. El loco en cuestión es Jason Huddles, mejor conocido como "el Predicador". Lo llaman así porque el maldito cabrón se hacia pasar por cura, pero era un antisemita pedófilo que disfrutaba torturando a sus víctimas y obligándolas a realizar cultos a las artes oscuras, ya sabéis, brujería, alquimia, satanismo... Estaba como una maldita cabra, pero el mamón mató a treinta personas en menos de diez años y nos costó pillarlo, porque aunque es un jodido loco, el cabrón es más listo que un zorro. Se las apañó para burlar al FBI, incluyéndome a mí y a toda mi brigada. Se estuvo riendo de nosotros casi diez años, hasta que un día se entrego cuando estábamos buscándolo, según él, ya estaba aburrido de huir, quería descansar un poco. Nosotros nos alegramos de cogerle pensando que le caería la pena de muerte, pero él y su jodido abogado se las arreglaron para meterlo aquí y testificar en el juicio que estaba rotundamente loco.
     Hoy, años después vengo a hacerle una visita. No conozco a nadie más loco que él, ni más bueno matando a gente de esa manera, por lo tanto le propondré que me ayude a pescar al tipo que llevo persiguiendo más de un mes.
     Este sitio me da grima, huele a un geriátrico, pero con un cierto punto de locura añadido. No me gusta nadie de aquí, ni los empleados parecen estar sanos. Las enfermeras dan miedo, visten de blanco y las ojeras que cubren sus ojos parecen maquillaje negro. Se ollen gritos desde la recepción, una recepción en la que el encargado en cuanto le he dicho a lo que venía me informado de mantenga una distancia de seguridad de dos metros entre mi cuerpo y las celdas.
     Voy hacia la planta menos cinco, sí, este sitio no esta construido hacia arriba. Prefieren tener a los locos bajo tierra. La planta donde voy es la de máxima seguridad y al entrar puedo ver la razón. Hay quince celdas, todas acolchadas y con cuerdas para inmovilizar a los pacientes, si es que se les puede llamar así.
     A diferencia de las demás plantas, en esta, los guardias van con armas de alto calibre. Cada segundo que paso aquí es como si yo mismo me volviera loco. Pedófilos, esquizofrénicos, asesinos en serie... Toda la mayor mierda del país estaba en este gran retrete, un retrete vestido de blanco y con focos que dejarían ciegos a cualquiera si se mirasen fijamente.
     Los guardias me llevan hasta la celda de Jason, me avisan de que si hay algún problema que me apresure corriendo a la puerta y grite con todas mis ganas. No es algo que me tranquilice, pero por lo menos me da algo de seguridad.
     Dejo mi cartera, mi placa, el tabaco, el mechero y mi pistola. Me registran hasta en los huevos, a ver si escondo algo. No me gusta que me manoseen.
     El guardia me abre la puerta y me da paso.
     -Huddles, tienes visita.
     Ahí estaba el jodido loco, igual que cuando lo arrestamos, con la misma mirada, ese frío semblante y sobre todo esa sonrisa, esa sonrisa que desquiciaba a cualquier persona.
     -Hola Jason, me alegra de verte.
     El jodido loco lo sabía, sonríe y asiente.
     Un portazo se escucha, ya sólo estamos él y yo, cara a cara.
    

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