martes, 17 de febrero de 2015

Time. Prólogo.

     Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

     Así suena el reloj, segundo tras segundo, minuto tras minuto, hora tras hora. Siento como fluye cada segundo de ese preciado tiempo por el ambiente, lo noto. Pero, ¿qué es el tiempo? Einstein dijo que el tiempo es relativo, que no existe. A partir de ese momento muchos relojeros se plantearon que hacer con sus vidas. Yo en cambio me limité a seguir con mi trabajo. A seguir contando.

     Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

     A escasos diez minutos de las doce de la noche el inexistente tiempo sigue corriendo. Las manecillas continúan con sus peculiar contoneo. Ya queda menos. Mientras espero, continúo mirando las pequeñas agujas doradas. El tiempo sigue pasando.

     Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

     Queda cada vez menos, unos pocos segundos que se amontonan formando lo que normalmente es llamado minuto. Se acaba el tiempo, o mejor dicho, lo que nosotros conocemos como tiempo. Puedo apreciarlo, cada vez más cerca. Tan solo segundos para la medianoche. Ya está aquí. Ya ha llegado.

     Suena el reloj al caer las doce. El reloj se para, no hay sonido, no hay nada. Las manecillas dejan de moverse. El tiempo muere.

    Nada, solo simple y oscuro silencio. 

     Ha llegado la hora. Solo oscuridad. Solo el tenue sonido del silencio.

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